Camagüey, Cuba, José Martí, antiimperialismo, América, Héroe Nacional

Martí por siempre


Por Matilde Teresa Varela Aristigueta.*

Cuando el viernes 28 de enero de 1853 en La Habana, la canaria Leonor Pérez y Cabrera alumbró a su primogénito, a quien bautizaron como José Julián, había nacido el cubano que sería, para todos los tiempos, el hombre que simboliza los más altos valores de la nación, que encarna la patria amada; él es la esencia de Cuba.

En la vida y obra del Héroe Nacional se revela que la búsqueda permanente de la justicia y la unidad; su fe en el mejoramiento humano y en la utilidad de la virtud; el decoro como eje de la ética; su proyección de una república nueva con todos y para el bien de todos; el necesario establecimiento de la república moral en América, tan urgente hoy; su afán de echar la suerte con los pobres de la Tierra; su antirracismo  hasta los tuétanos; su conceptualización de la armonía y el equilibrio del mundo;  su capacidad para absorber y trasvasar indagaciones de diferentes áreas del conocimiento; su concepción de la ciencia al servicio de la paz; su antiimperialismo raigal y defensa permanente de la autoctonía de la que llamara nuestra América; su maestría en el dominio de la lengua, unido a su manera particular de convertir en imágenes artísticas sus visiones, lo convierten en un paradigma ético, cultural y patriótico, en un maestro de pueblos.

Tales razones motivan la inmensidad de seguidores que particularmente en Latinoamérica tienen sus ideas, las que se asumen, no solo como legado, sino como línea directriz con la certeza de que en ellas y por ellas es posible encontrar respuestas claves a interrogantes del mundo actual.

En el pensamiento del Apóstol es de notar el sentido de espiral que conforma sobre lo nuestro-americano. Para Martí el problema ya no solo es Cuba, es un problema continental, de esencia,  en que la revelación de las fuerzas internas de nuestras naciones debe estar aparejada a un conocimiento profundo de nuestra realidad, de su espíritu y formas, de su historia y desiderátum, de asumirnos como un proceso de creación no concluso, cercenado por la conquista y colonización, pero con características distintivas propias, no solo en lo étnico  sino en el empuje, la poética, la economía, la historia, la fantasía y la esperanza, en la capacidad para  autoperfeccionarnos   y rehacernos en estas tierras americanas, en la tendencia a la búsqueda del equilibrio entre la moderación y el ímpetu que resultará en el establecimiento de una nueva realidad.

En los Estados Unidos donde  transcurren los últimos años de su vida y donde avizora los riesgos que todavía hoy nos amenazan, su espiral ideológica y cultural sigue en ascenso para rematar en una etapa de colosal sacrificio personal, comprensión de los cambios imperialistas que derivarán en cambios y peligros económicos y por ende políticos, época  de nuevos proyectos por hacer para Cuba y América, época en que trabaja incansablemente para unir lo disperso y lo diverso de la emigración cubana, nuclearla en clubes patrióticos, crear su obra ideológica suprema: el Partido Revolucionario Cubano, y proyectar y organizar la que llamara guerra de amor, la Guerra Necesaria por la redención cubana.

Hoy, a 170 años de su natalicio, cuando las amenazas externas emanadas desde los centros de poder  con su apetito avasallador perduran en la América nuestra y en lo interno el aldeanismo y el desarraigo persisten, cobran fuerza los postulados del Maestro, se hacen imprescindibles los estudios y difusión de su ideario por su sentido de brújula, su permanente futuridad que refuerza que  persistamos en la construcción del deber ser nacional y continental con la alerta tenaz, porque el “pulpo” sigue amenazante y usurpador.

Ahora cuando el neoliberalismo y las fuerzas neofascistas pretenden enraizarse en nuestros pueblos, cuando la tergiversación y la contracultura navegan por las redes digitales, cuando los pillos, los deshonestos, los vagos, los que odian y destruyen quieren abatir a los que aman, trabajan, fundan y sueñan, se alzan como lanzas defensoras por la ética y el patriotismo las ideas martianas en su medular discurso de Tampa el 26 de noviembre de 1891en la certeza de que:

“(…) O la república tiene por base el carácter entero de cada uno de sus hijos, el hábito de trabajar con sus manos y pensar por sí propio, el ejercicio integro de sí y el respeto, como de honor de familia, al ejercicio íntegro de los demás; la pasión, en fin, por el decoro del hombre, ? o la república no vale una lágrima de nuestras mujeres ni una sola gota de sangre de nuestros bravos. Para verdades trabajamos, y no para sueños”. (Foto: @DiazCanelB)

*Colaboración de la Sociedad Cultural José Martí. Filial Camagüey.


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