Si no da marcha atrás y perdona vidas, los aranceles que Donald Trump ha dispuesto para absolutamente todos los bienes que entren a su país, desatarán contramedidas de los afectados que convertirán en una locura el comercio y, sobre todo, los precios.
Inflación es lo primero que se espera tanto en las naciones que exportan productos hacia Estados Unidos como en ese propio país, que el jefe de la Casa Blanca quiere conducir a un renovado auge industrial.
Él les llama aranceles recíprocos porque igualarán, en algunos casos, los impuestos que paga Estados Unidos en aquellos mercados, de modo de hacer descender el déficit en su balanza de pagos.
Pero se cree que la medida no conseguirá el esperado despegue del sector industrial estadounidense y que, por el contrario, encarecerá el costo de la vida y pudiera conducir a una recesión de la economía.
Disfrazando al Imperio con el papel de víctima, Trump bautizó a este lunes, fecha del anuncio de las tarifas, como «de liberación».
Todos los socios comerciales de Washington deberán cumplir con el pago de un diez por ciento de recargo por la entrada de sus productos a territorio estadounidense, en lo que el mandatario ha identificado como Arancel Universal.
Después hay porcentajes más altos para un grupo grande de naciones, como los que pagará China e, incluso, un bloque que hasta ayer fue socio suyo: la Unión Europea. En ambos casos, el impuesto rebasa el 20 por ciento.
Pero Trump dijo también que está dispuesto a negociar, de modo que no puede descartarse que en algunos casos utilice la medida como «una activa» para imponer condiciones, poniendo a la contraparte bajo presión. (Radio Reloj) (Foto: Tomada de Internet)