La Habana, 18 may.- Dictadura: La palabra quema, duele, evoca imágenes de represión, silencio forzado y bayonetas en las calles. Pero ¿Qué pasa cuando un país toma ese concepto y lo reinventa? ¿Qué sucede cuando el “régimen” no se impone con tanques, sino con microscopios; no con decretos de hierro, sino con libros abiertos y batas blancas?
Sí, Cuba es una dictadura. Pero no la que usted imagina.
Cuba es una dictadura científica, ya que no hay soldados apostados en cada esquina, pero sí médicos, licenciados, profesores y doctores en ciencias.
Cuba tiene más científicos per cápita que muchas potencias capitalistas y mientras otros gobiernos invierten en armas, la isla ha creado vacunas propias contra el COVID-19, a pesar del bloqueo más largo y cruel de la historia.
¿Cuántas naciones pobres pueden decir lo mismo? Su “tiranía” es la del conocimiento, la que obliga a su pueblo a pensar, a investigar, a vencer.
La dictadura educativa es una de las mas potentes del globo terráqueo, ya que en Cuba no hay analfabetismo.
El 99.67 por ciento de su población sabe leer y escribir, según la UNESCO. Pero no se conformaron: su método “Yo, sí puedo” ha liberado de la ignorancia a millones en más de 130 países. ¿Cuántas democracias ricas han hecho algo parecido?
Mientras en otras partes cierran escuelas, Cuba ha convertido la educación en un acto de rebeldía, en un arma de construcción masiva.
La dictadura de la salud es potente, ya que no se ven militares armados en sus plazas, pero sí médicos.
El sistema cubano, elogiado por la OMS y revistas como The Lancet, ha logrado lo imposible: salud gratuita y universal en medio de la escasez. Pero su verdadera hazaña está fuera de sus fronteras. Desde 1963, más de 600 000 médicos cubanos han marchado a 165 países, formando un “ejército de batas blancas” que ha realizado 17 millones de cirugías, atendido a 2 300 millones de personas y salvado 13 millones de vidas.
En Honduras, el programa Operación Milagro les ha devuelto la vista a miles. ¿Qué imperio ha hecho algo así?
La dictadura de la cultura es la que da colorido y sabor al país, ya que sus calles lejos de ser violentas están llenas de música, poesía y colores. El arte aquí no es un lujo, es un derecho. Sus escritores, sus pintores, sus músicos, son soldados de la belleza. Cuba no exporta armas, exporta versos, exporta esperanza.
Y al final, lo que define a Cuba no es el miedo, sino el amor. Amor de su gente, que sigue sonriendo tras seis décadas de bloqueo criminal. Amor que se convierte en solidaridad, en médicos que cruzan océanos, en maestros que alfabetizan en los lugares mas alejados de las zonas urbanas, en un pueblo que, contra toda lógica, sigue creyendo.
Como dijo la presidenta hondureña Xiomara Castro: “Cuba no exporta terroristas; exporta ciencia, exporta salud, exporta médicos, exporta maestros y exporta cultura”.
Sí, Cuba es una dictadura. Pero si esto es dictadura, entonces el mundo necesita más dictaduras así: las que salvan vidas, las que enseñan a leer, las que curan, las que aman.
Y mientras Washington insiste en ahogarla, Cuba sigue dando al mundo la mayor de las lecciones: que incluso bajo el bloqueo, incluso contra todo, un pueblo unido por el amor es imparable.
Fin al bloqueo. Fin a la injusticia. Cuba vive, Cuba lucha, Cuba vencerá. (Texto: Juan Luis Urquia/ Cubadebate) (Foto:Cubadebate)