Brasil, 7 jul.- El presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, anfitrión de la XVII Cumbre del Brics, saludó efusivamente a su similar cubano, Miguel Díaz-Canel, con abrazo y apretón de manos que decían más que discursos.
Corría el horario vespertino de la jornada inaugural del foro, celebrado por primera vez en tierras sudamericanas con la participación ya no solo de los cinco miembros fundadores del bloque, sino de una constelación de países invitados que amplían los bordes del Sur Global.
Entre ellos, Cuba, con un protagonismo por su resistencia a prueba todos los días, bajo el cerco más prolongado de la historia.
Para muchos en el carioca Museo del Arte Moderno, el gesto de Lula no fue un simple saludo, sino una afirmación política, desde los años en que compartía tribunas con el líder histórico de la Revolución cubana Fidel Castro, en Porto Alegre o en las reuniones del Foro de Sao Paulo.
El fundador del gobernante Partido de los Trabajadores ha visto en Cuba no solo un símbolo de firmeza, sino una voz insoslayable del Caribe y América Latina en foros multilaterales. Sin hablar, Lula dejó entrever con su saludo que Cuba, víctima de un bloqueo injusto por más de seis décadas, está aquí, de pie, hablando por muchos pueblos.
Analistas consideran que invitar a la isla a esta cumbre fue un acto de soberanía diplomática, pero también una reivindicación de la integración regional.
La Habana, más allá de sus desafíos internos, sigue siendo la fuerza política más influyente del Caribe insular, con una historia de solidaridad internacional que le granjea respeto en África, Asia y América Latina.
Mientras las grandes potencias del Brics —China, India, Rusia, Brasil y Sudáfrica— discuten monedas alternativas, transiciones energéticas y nuevos equilibrios globales, la presencia de Cuba recuerda que la geopolítica del Sur también se escribe con acentos insulares y caribeños.
Y a tono con el gesto de Lula, la declaración final de los países del Brics condenó el uso de medidas (sanciones comerciales y aumentos arancelarios unilaterales), como instrumentos políticos.
Sin embargo, el texto no mencionó directamente a Estados Unidos ni a la administración de Donald Trump.
De acuerdo con el documento, la imposición de disposiciones coercitivas unilaterales son contrarias al derecho internacional.
El Brics rechaza esas medidas, como castigos económicos unilaterales y secundarios, los cuales «tienen profundas implicaciones negativas para los derechos humanos, incluyendo el derecho al desarrollo, la salud y la seguridad alimentaria de la población general de los Estados afectados». (Texto y Foto: Cubasí)