La Habana, 6 oct.- La sexagésima cuarta Serie Nacional de Béisbol vive hoy una jornada de descanso más que necesaria, tras un inicio convulso en el que diversos contratiempos conspiraron contra el brillo y la estabilidad del torneo.
Vencido el primer tercio de la temporada queda un retrato poco alentador: calendarios trastocados y un nivel de juego que se resiente bajo el peso de los problemas logísticos, la falta de recursos y los desórdenes dentro y fuera del terreno.
El béisbol -ese viejo espejo donde el país se mira- intenta sostener su dignidad en medio de errores mentales, violaciones de reglamento y gestos de violencia que deslucen su espíritu. Como si el diamante, antaño santuario, se hubiese convertido en campo de batalla de las carencias.
Los tropiezos no se cuentan solo en derrotas. Hay subseries aplazadas por falta de hospedaje, árbitros varados por problemas de transporte, lluvias que cortan juegos a siete entradas, y peloteros que apenas descansan entre el sol ardiente del día y las noches partidas por apagones. El esfuerzo se acumula como un peso invisible sobre hombros que ya cargan demasiado.
Pero el golpe más amargo no proviene del polvo ni del cansancio, sino de la pérdida de compostura. Las expulsiones crecen, los pelotazos se vuelven mensajes y la rivalidad se contamina de rencor.
El caso del director espirituano Eriel Sánchez, sancionado a cinco años alejado del béisbol, y del comisario técnico Miguel Rojas, con tres, refleja una grieta más honda que la del marcador: la de los valores que tambalean.
En números, el campeonato se dibuja desbalanceado: ofensiva colectiva de .286, promedio de pitcheo de 5.15 carreras limpias por juego de nueve entradas y defensa de .970. Las estadísticas, como una radiografía, muestran las fisuras.
Camagüey batea .348; Santiago de Cuba, caliente con el madero, acumula 47 jonrones y 212 carreras; Artemisa exhibe el pitcheo más sólido (3.14); Industriales impone respeto por su dominio del ponche (167), y Las Tunas presume el mejor control (2.96 boletos cada nueve entradas). En la cima, Matanzas (20-5) defiende su liderazgo con el temple de su guante (.982).
Entre los protagonistas, los santiagueros Yoelquis Guibert y Yoel Yanqui dictan el compás: el primero manda en jonrones (10), embasado (.577) y slugging (.952); el segundo, en impulsadas (34), con el don de aparecer cuando el juego arde.
El holguinero Michael Gorguet deslumbra con un .447 ofensivo, mientras el camagüeyano Leonel Moas Jr. gobierna en imparables (43), dobles (9) y bases recorridas (71).
Desde el montículo, el artemiseño Yunieski García domina con cuatro victorias, 1.57 de efectividad y 0.84 WHIP, y el capitalino Pavel Hernández encabeza los ponches (39).
Y pese a todo -las carencias, el agotamiento, las sanciones y los apagones- la Serie Nacional sigue viva. En cada batazo bajo el sol hay una forma de resistencia, en cada fildeo imperfecto una declaración de fe.
Porque en este béisbol que tropieza y persiste late aún un país que se aferra a su memoria. Y mientras siga girando la pelota sobre la tierra roja, quedará -aunque sea fugaz- la ilusión de una esperanza redonda. (Fuente: Prensa Latina)