
Nuevitas, Camagüey, 30 oct.- Cuando el huracán Melissa se acercó a las costas de Nuevitas las nubes oscuras se arremolinaron y el viento comenzó a aullar, pero en medio de la tormenta la verdadera esencia del pueblo emergió. La solidaridad de los lugareños, forjada en años de convivencia y desafíos, se convirtió en un faro de esperanza.
Desde las primeras alertas las familias se unieron, no solo para asegurar sus hogares, sino para ofrecer ayuda a los vecinos. Las puertas se abrieron y los más vulnerables encontraron refugio en casas cálidas, donde el alma comunitaria brilló con más fuerza que cualquier tempestad. Los ancianos, los niños y aquellos que no poseían recursos se convirtieron en la prioridad de todos.
Los grupos de voluntarios se organizaron rápidamente, muchas escuelas se transformaron en centros de evacuación, y las manos trabajadoras no cesaron hasta que cada rincón del pueblo estuvo preparado para enfrentar lo que vendría. La solidaridad se palpaba en cada gesto, en cada sonrisa que desafiaba el miedo.

Cuando finalmente las lluvias y los vientos azotaron la costa norte de Camagüey, las historias de valor comenzaron a surgir y de ahí nuevas anécdotas que serán recordadas hasta las futuras generaciones. Sin lugar a dudas la adversidad unió, una vez más, a los nueviteros en una lucha por la supervivencia y el bienestar de todos.
Tras el paso de Melissa el paisaje cambió, pero la esencia permaneció intacta.
Así, Nuevitas se levantó en total normalidad, sin afectaciones en viviendas y daños a entidades del estado, reafirmando que la verdadera fortaleza radica en la unión, esa que posibilitó el traslado de los evacuados a sus viviendas; y es que en cada comentario de esperanza, en cada abrazo compartido, se tejió una historia de resiliencia que perdurará en el tiempo, recordando a todos que, ante la prueba, la solidaridad es el refugio más seguro. (Texto y fotos: Aleikis Díaz Avalos/ Radio Nuevitas)
