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Lluvia bendita


Por Fidel A. Manzanares Fernández/Radio Cadena Agramonte

Salió el sol nuevamente.  Apenas dos días de lluvia y las personas se frotaban las manos, y los cuerpos, pues bajó un tilín la temperatura. Dicen los especialistas que las precipitaciones se deben a un raro frente frío; y aunque la llovizna hizo encapotar el cielo, no hicieron falta muchos abrigos para protegernos. En mi país la sensación de calor opaca cualquier intento invernal de la naturaleza.

Indagué más con fuentes fiables y me confesaron que no podíamos hacernos muchas ilusiones. “Mire periodista, atmosféricamente, la Primavera rompe el 19 de marzo en nuestra región geográfica, pero meteorológicamente no están dadas aún las condiciones para que explote”.

Inferí que debíamos todos guardar los paraguas. Continúe para ver si tenía esperanza para este mes de abril, y recibí la confirmación: “Hasta mediados de mayo no lloverá con regularidad”.

Entonces comprendí que, realmente, abril no es el clásico mes del inicio de la temporada donde florecen las flores y el verde predomina en los campos tropicales; todavía no, ¡qué va! Recordé que se mantiene en este período la etapa seca, con sus consecuencias de incendios, que ya sufrimos recientemente los camagüeyanos en la meseta de San Felipe, al noreste de la ciudad declara Patrimonio Cultural de la Humanidad.

Y hasta me niego a esperar por el agua que cae de las nubes, y no es precisamente por complejo de rana, es que la vida nos cambia a todos; la armonía entre los seres vivos resulta más dinámica por los efectos de la clorofila y el aseguramiento de las reservas de los embalses.

Incluso los aguaceros suelen estropearnos algunos de nuestros planes. El traslado para la cita romántica, los pronósticos de un evento deportivo, o alguna que otra fiesta; pero qué infelices fuéramos todos sin disfrutar del privilegio de ver empapadas nuestras ventanas, y sin saber que tanta existencia depende de las gotas de ese líquido imprescindible compuesto por H2O

De niño, en el círculo infantil (guardería), cuando nos guarecíamos del temporal cantábamos un estribillo con vestigios religiosos que sonaba a: “Qué llueva, qué llueva; la Virgen de la Cueva. Los pajaritos cantan, las nubes se levantan…”  Hoy lo volvería repetir sin carácter infantil ni religioso. Si llueve, seguro la Madre Natura  nos sonríe a todos. (Imagen: Internet.)


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