Por Dania Díaz Socarrás/ Radio Cadena Agramonte.
Un combate, un solo combate fue aquel, aseguran los que estaban allí, los mismos que veían a cada rato a Fidel Castro, el Comandante en Jefe, en la primera línea.
Fue un solo combate porque no hubo cese, porque hubo fuego cruzado, defensores del pueblo cubano frente a mercenarios a cuatro o seis metros de distancia, porque se avanzó entre el fango cenagoso hasta hacerlos retroceder, aun cuando las mejores posiciones ya las habían ocupado ellos cuando llegaron.
Los jóvenes, cuando mucho de veintitantos años, con armas muy pesadas a cuestas, no pararon de andar, y cuando el terreno se hizo intransitable se ocuparon entonces las posiciones claves y se cuidó cada alerta dada por Fidel desde el terreno de batalla, todo el tiempo en la línea que era decisiva en el momento.
La victoria militar la hicieron las escuelas militares, los que se les sumaron, cubanos de todos lados frente a los paracaídas, a la aviación o cuerpo a cuerpo con las balas, y entre ellos hubo cientos de camagüeyanos, que aunque no se constituyeron en batallón por estar la fuerza organizada en el Escambray, sí estuvieron dentro de cada uno de los otros batallones, en medio de la lucha.
El Girón victorioso fue de todos y lo es, lo será siempre, orgullo de Cuba y la primera gran derrota del imperialismo yanqui en América Latina, como lo dijo Fidel allí mismo, en un central cercano a la zona de playa al que llegaba a ratos, porque su comandancia fue todo el tiempo, como también le aseguró al enemigo, en la primera línea de combate. (Foto: Archivo)
