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Guáimaro, historia de Cuba, Revolución José Martí, Asamblea Nacional de Poder Popular, Ricardo Alarcón, Ana Betancourt

Abril convirtió a Guáimaro en hito de la historia de Cuba


Por Raysa Mestril Gutiérrez/ Radio Cadena Agramonte.

Meses después de  iniciada la Revolución de 1868, se reúnen en Guáimaro los patriotas que se habían alzado en armas por la independencia de Cuba. Al decir de José Martí años más tardes en una de sus crónicas: “Guáimaro libre nunca estuvo más hermoso que en los días en que iba a entrar en la gloria y en el sacrificio.  Era mañana y feria de almas… La calle era cabalgata…”



El calendario señalaba el 10 de abril de 1869. En la casa de José María  García, el insurrecto y abogado de profesión Ignacio Agramonte, emocionado -porque  aquella obra en gran parte era suya-, junto a Antonio Zambrana, presenta la ley política fundamental que regiría a los cubanos.

“En Guáimaro –diría el presidente de la Asamblea Nacional de Poder Popular, Ricardo Alarcón de Quesada- se dio, por primera vez, la expresión más alta de lo que serían los principios fundamentales: pelear hasta el final por la independencia absoluta del país, y la igualdad entre los seres humanos; la idea de la justicia social llevada realmente a la práctica con la abolición completa de la esclavitud y con el ejercicio de derechos civiles y políticos iguales para  todos los hombres, independientemente del color de su piel y de su origen social”.

En aquella histórica Asamblea se discute además, cuál sería la enseña nacional. Convencidos de la necesidad de adoptar una sola, la bandera que guió el Grito de Yara, cedía, por antigüedad e historia, ante el estandarte de Narciso López y Joaquín de Agüero; con la condición de que ambas presidieran las salas de sesiones, pacto que se cumple hoy en el Parlamento Cubano.

El 12 de  abril de 1869 concluye la Asamblea de Guáimaro, con la aprobación de la Constitución y la formación del primer gobierno, encabezado por Carlos Manuel de Céspedes. Aquel día, el Padre de la Patria sentenció: “Cuba ha contraído en el acto de empeñar su lucha contra el opresor, el solemne compromiso de consumar su independencia o perecer en la demanda; en el acto de darse un gobierno democrático, el de ser republicana”.

Los días de Guáimaro, además, abrieron el camino hacia la emancipación de la mujer. El día 14, animada por Ignacio Mora, Moralitos, y  Antonio Zambrana; Ana Betancourt, presenta una petición a la Cámara de Representantes, leída por Agramonte, en la que solicita que “tan pronto como estuviese establecida la República, se  concediese a las mujeres los derechos de que en justicia eran  acreedoras”.

Así recuerda Martí aquel suceso: “Y al caer la noche, cuando el entusiasmo no cabe en las casas, en la plaza es la cita, y una mesa la tribuna. Todo  amor y fuerza es la palabra. Se aspira a lo mayor, y se sienten bríos para asegurarlo.  La elocuencia es arenga, y en el noble tumulto, una mujer de oratoria vibrante, Ana Betancourt, anuncia que el fuego de la libertad y el ansia del martirio, no calientan con más viveza el alma del hombre que la de la mujer cubana”.

Desde entonces, Guáimaro, ese rural poblado del Camagüey, se convirtió en un hito dentro de la historia del mayor archipiélago de las Antillas. Allí, se reconoció la igualdad, no solo formal, sino de derechos civiles y políticos de todos los cubanos.

 


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