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Fidel y los Barba de Guáimaro: una amistad forjada desde el corazón (+ Fotos)


Guáimaro, Camagüey, 25 nov.- Paulina Eduviges Barba, “Toby”, guarda en su memoria de 89 años recuerdos nítidos y entrañables. Residente en la calle Capdevila de la ciudad de Camagüey, es una de los diez hermanos Barba Machado, una prolífica familia guaimareña cuyo vínculo con Fidel Castro se forjó mucho antes del triunfo revolucionario, en los pasillos de la Universidad de La Habana.

“Toby” esperó 61 años para narrar de manera pública y pormenorizada aquellas vivencias, un testimonio que revela la faceta más personal del Líder Histórico de la Revolución Cubana y su relación con esta familia, marcada por la amistad de Fidel con Álvaro Barba durante sus años universitarios.

El primer encuentro: buscando a Álvaro

La fecha exacta se le escapa, pero Toby sabe que fue antes del Asalto al Cuartel Moncada, en una época en que su hermano “el Guajiro Barba” brillaba como líder estudiantil.

“Yo conocí a Fidel Castro en La Güirita, frente a la finca ‘Las Margaritas’, que era de nosotros y donde vivía Álvaro”, relata. “Llegó allí preguntando por él. Mi hermano Jacinto y yo le dijimos: ‘Nosotros lo llevamos’”.

Al llegar, encontraron a Álvaro sin camisa y con una toalla al hombro. “Al verse, ambos se abrazaron y luego conversaron largo rato”, evoca Toby.

¿Y Álvaro les hablaba de Fidel? “¡Cómo no!”, exclama. “Quería a Fidel como a un hermano. Para él era algo muy grande. Fueron muchos años de estudios, Álvaro en Ingeniería y Fidel en Derecho. La despedida, como el encuentro, fue con un fuerte abrazo”.

Un vínculo que sobrevivió a la tragedia

La segunda vez que Fidel visitó “Las Margaritas” fue en 1965, tres años después de la trágica muerte de Álvaro. “Mi mamá, Isabel Machado, al verlo, se puso de inmediato a hacerle café. Fidel conversó mucho con mi papá”, recuerda Toby.

Es en este punto donde su relato se vuelve más emotivo, al referirse a las honras fúnebres de su hermano. Su madre le suplicó a Fidel que quería ver el cadáver de Álvaro. “Él, con mucho tacto, le dijo que no, argumentando que si lo permitía, otras madres en su mismo dolor querrían hacer lo mismo. La convenció. Era imposible; los cuerpos de Álvaro y los demás fallecidos en el desastre habían quedado carbonizados”.

“Mi mamá y mi papá, después de la muerte de mi hermano, no fueron nadie”, confiesa Toby con la voz quebrada. “Ella guardó luto para el resto de su vida. Ambos sufrieron mucho cada vez que detenían a Álvaro en La Habana. Era un correteo tremendo; en mi casa no se vivía, fue una vida de angustia tremenda. Viéndolo así, como lo vimos nosotros, es como se aprecia el carácter humanista que siempre distinguió a Fidel”.

El legado en la tierra: la presa de Los Barba

Incluso en medio del dolor, la mirada visionaria de Fidel permanecía. Toby recuerda que, durante aquella visita a la finca, el Comandante observó el terreno: “Dentro de nuestra finca había dos lomas y un arroyo. Él dijo que allí se podía construir una presa que quedaría muy linda”. Su predicción se cumplió. “Efectivamente, la presa se hizo donde Fidel dijo. Le pusieron ‘La Presa de Los Barba’”.

“No puedo fallarle a Fidel”

Al triunfo de la Revolución, Álvaro Barba regresó del exilio y se vinculó de inmediato al desarrollo del país, dedicándose al fomento de estaciones experimentales agronómicas. Su dedicación y talento lo llevaron a ser Jefe del Departamento Forestal del Instituto Nacional de Reforma Agraria (INRA). Quienes lo conocieron afirman que una frase era su lema personal: “No puedo fallarle a Fidel”. Y siempre cumplió.

Con el tiempo apremiando, Toby no quiso despedirse sin dejar una última declaración, un sentimiento que parece resumir la esencia de esta historia familiar: “Fidel nosotros lo queremos como si fuera de nuestra familia”. Su hermano Francisco, irrumpiendo en la conversación, lo reafirma con contundencia: “Yo quiero a Fidel como un hermano de verdad”. (Texto y fotos: Cortesía de Enrique Atiénzar Rivero/Radio Cadena Agramonte) 


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