En un día sombrío marcado por la injusticia, la historia cubana recuerda con pesar el fusilamiento de ocho valientes estudiantes de Medicina, quienes, el 27 de noviembre de 1871 se convirtieron en víctimas de una cruel y errónea acusación.
Acusados de profanar la tumba de Don Gonzalo de Castañón, director del periódico La Voz de Cuba y venerado como mártir del integrismo, estos jóvenes enfrentaron su trágico destino con una valentía que trasciende el tiempo.
Bajo la opresiva dominación española, la rectitud y el honor de estos estudiantes fueron empañados por rumores infundados que mancharon su memoria y sacrificaron sus vidas. No obstante, su historia no quedó olvidada. El antiguo estudiante de Medicina y amigo de los mártires, el doctor Fermín Valdés Domínguez, tomó la batuta de la verdad y durante tres lustros reunió pruebas irrefutables que demostraban la falsedad de las acusaciones. Su labor incansable se convirtió en un faro de esperanza en medio de la oscuridad.
Con profunda tristeza y reverencia, Valdés Domínguez se arrodilló ante la tumba de sus compañeros caídos, inmortalizando su memoria con un sencillo pero poderoso epitafio que resonaría en los corazones de quienes luchan por la justicia: “¡Inocentes!”. Estas palabras encapsulan no solo la verdad sobre los estudiantes, sino también un llamado a la memoria colectiva de un pueblo que no debe olvidar su historia.
Hoy, más de un siglo después, recordamos a esos jóvenes que murieron injustamente y honramos su legado. Ellos enfrentaron la adversidad con dignidad y, aunque sus vidas fueron truncadas, el espíritu perdura en la lucha por la justicia y la verdad.
La historia de los ocho estudiantes de Medicina es un recordatorio de que la lucha contra la injusticia es un deber que cada generación debe asumir, para que sus sacrificios nunca sean en vano. Recordemos siempre, "¡Inocentes!". (Texto: Arleén Calvo Lacal/Radio Cadena Agramonte) (Fotos: Tomadas de Internet)