¡Oh, Camagüey! Caminando sus calles me acabo de encontrar con Nicolás, un negro bembón; cerca va una mulata con tanto tren... y allá se oye un voseo que nos recuerda lo de los dos abuelos, a una Santa Bárbara según dicen unos, a Changó para otros y lo de congo con lo de carabalí nos salta a la vista y al oído.
Muchos corazones camagüeyanos laten en cualquier lugar al recordar su Vocacional. El Instituto Preuniversitario de Ciencias Exactas (IPVCE) Máximo Gómez Báez deja huellas para toda la vida y esta imagen, en la noche de becas, bailables y autoestudios nos pueden traer tantos recuerdos que parecen semblanzas de lo que fue esa inolvidable etapa.
Desde un balcón camagüeyano se ve la cúspide de una iglesia, es un balcón del que también puedes mirar al patio interior con su tinajón, con su pedazo de historia; ves un poco del cielo y de historia, de los credos y nombres, del ayer y del hoy.
Y después El Lugareño se convirtió en poblado, en pueblo, en un pedazo social, en central azucarero, en otro pedazo económico, en calle que es un pedazo de muchos caminos, de muchos días de trabajo o de paseo, en pedazos culturales de libros, revistas, un sello editorial, en un edificio multifamiliar, pedazo de demografía y construcción.
Una ciudad se anuncia desde una calle estrecha, una ciudad te lanza al laberinto y vas con placer de un lado a otro, apenas con unos pocos pasos, cambiando perspectivas, buscando enlaces, uniones, siempre en plazas e iglesias, siempre donde se junta la gente.
La noche remarca la presencia de las dos torres en su fachada. Es el único templo de Camagüey que las tiene y cuando se construyó, ente los años 1823 y 1825, solo otros tres en el país tenían estructura similar.
Por donde estuvo la antigua Estación de Ferrocarriles de Camagüey ahora usted puede y debe pasear, da igual si viene de muy cerca o de lejos; tiene la oportunidad de tomarse un descanso, una breve pausa del tiempo actual y mirar la historia.
En el céntrico Parque Ignacio Agramonte, de esta ciudad, se inauguró el 24 de febrero de 1912 la estatua ecuestre que representa al héroe epónimo de Camagüey.
Entre los frondosos árboles del Casino Campestre, céntrico pulmón verde de la ciudad de Camagüey, está enclavado el majestuoso monumento dedicado a Salvador Cisneros Betancourt, marqués de Santa Lucía, sentado en posición reflexiva, con los dedos de la mano izquierda sobre la sien, y en el mármol de su pedestal una elocuente inscripción sugerida por sus compañeros de armas: “Forjó con los pergaminos de su nobleza la antorcha que iluminó el sendero de la libertad de Cuba”.
En Camagüey las edificaciones más antiguas constan de cubiertas de tejas de barro, tienen una sola planta y un puntal moderado. Estas casas tenían el techo en una sola corriente, altísimo en la sala, bajando en declive hasta el puntal que daba al patio, que por lo general era muy bajo.
A través de los bicitaxis andariegos se puede descubrir la medio milenaria ciudad de Camagüey. Un recorrido en estos vehículos por las principales calles de la otrora Villa de Santa María del Puerto del Príncipe muestra a lugareños y visitantes los atractivos de la conocida como Ciudad de los Tinajones.
Nadie, salvo algún que otro minado por los virus de la envidia y la mediocridad, pone en duda la estatura poética ni el calado de la narrativa, ni la brillantez de los ensayos de Mario Benedetti.